jueves, 23 de agosto de 2012

Los descarriados - Emilio Vaschetto





VASCHETTO, Emilio, Los Descarriados. Clínica del extravío mental: Entre la errancia y el yerro. Buenos Aires, Editorial Grama. 2010 [ISBN: 9789871649259]

Los descarriados: en busca de la identidad perdida desde la Beat Generation hasta el delirio Bolañesco

Por Daniel Matusevich

El libro de Emilio Vaschetto nos enfrenta a muchas lecturas, muchas entradas, muchos sentidos y sin duda alguna muchos significados; puede ser leído o pensado desde:

El psicoanálisis en su vertiente más convencional en donde los historiales clínicos
Freudianos son una referencia ineludible.
El psicoanálisis francés deudor de Jaques Lacan, omnipresente influencia de nuestro
autor.
Un manual de presentación de casos de psicopatología o de post-psicopatología lanzado
a una búsqueda deconstructiva del fenómeno semiológico.
La novela de de viajes: hacia el interior de uno mismo y hacia el exterior, ambos en
busca de una identidad elusiva deudora tanto del gran Conrad como del imprescindible
Dick.
Un libro de cuentos, ya que cada capítulo puede ser considerado como independiente
aunque con un hilo conductor, recordando los derroteros de algunos de los personajes
de las historias que nos lego Saúl Bellow.

En este comentario crítico he optado por transitar dos vías de acceso diferentes aunque relacionadas por una misma corriente; una se corresponde con el movimiento Beat o generación Beat, que tuvo su origen en la ciudad de San Francisco en los Estados Unidos de América, siendo algunos de sus apóstoles más conocidos los poetas Ginsberg y Ferlinghetti y los novelistas Kerouac y Borroughs.
La otra surge a partir del análisis realizado por el escritor Jorge Volpi de la literatura latinoamericana, más específicamente de un escritor nacido en chile a quien considera como el ultimo revolucionario o el postrer heredero de los Beats en un ensayo intitulado «Bolaño perturbación».
Hemos decidido entonces seguir la pista beat a lo largo de nuestro recorrido, asumiendo el riesgo de dejar afuera algunos significados importantes optando por un camino alternativo, arduo pero prometedor.
En la página 45 del libro de Vaschetto está citado Jack Kerouac, autor entre otras de dos novelas emblemáticas de lo que algunos después llamaron literatura del camino: «En el camino» y»Los vagabundos del Dharma» (novela escrita en apenas 11 días); nos dice el mismísimo Kerouac:

«Y me prometí que iniciaría una nueva vida
Vagabundearé con una mochila
Seguiré el camino puro…..»

Podemos decir que el autor desarrolla estos preceptos de Jack Kerouac al máximo, llevándolos al extremo y en su búsqueda los pone en tensión con otros autores como Vila-Matas, Melville y Borges preparando un coctel que hubiera hecho las delicias del mismísimo Ítalo Calvino.
Rápidamente constatamos que Vaschetto usa de manera arbitraria la mezcla, ya que es a través de la mixtura que el autor aclara y oscurece al mismo tiempo, generando un efecto hipnótico sobre el lector, semejante al creado por Herman Melville no solo en Bartleby, sino también en las tribulaciones del capitán Ahab y su ballena, condenados a errar en la tierra y en el mar, un errar que ni siquiera es interrumpido por la muerte.
Quienes se adentren en nuestro texto deberan hacerlo con el mismo espíritu de los personajes de Vaschetto ya que una vez en el es inevitable deambular (o errar) entre las diferentes comprensiones de las lecturas, con escasas certezas y muchísimas preguntas. Son justamente las preguntas y las exploraciones las que enriquecieron a la Beat Generation,
los finales abiertos e inconclusos con viajeros eternos, distanciados de los personajes del gran Thomas Mann, quienes también viajaban pero para luego establecerse, queriéndonos tal vez transmitir de esta forma la imposibilidad de escapar del conflicto que se avecinaba en un mundo donde las reglas estaban cambiando para siempre.
En cambio Vaschetto nos habla de un universo sin reglas, donde los mapas no conducen a ningún lugar y las brújulas son de poca ayuda frente a la angustia existencial del tratar de ser o estar en un universo complejo y multisignificado.
Roberto Bolaño nació en Chile y murió en Barcelona, España, a los 50 años de edad; dos palabras acerca de su vida: vivió en Santiago, Valparaíso, Viña del Mar, Los Ángeles, El Salvador, D.F. México, Blanes, Castelldefels y algunas otras ciudades europeas. Fresan, Vila-Matas y Marías lo consideran el escritor hispanoparlante más importante de los últimos cincuenta años, canonizado por el New York Times, la New York Review of Books y el New Yorker, publicaciones todas estas detonadoras de lo cool intelectual, a donde es muy difícil llegar escribiendo en castellano.
Siguiendo a Volpi tomare de ejemplo a la novela «Los detectives Salvajes», ganadoras de los premios Anagrama y Rómulo Gallegos en 1998: Arturo Belano y Ulises Lima, los detectives salvajes del título, salen a buscar las huellas de Cesárea Tinajero, la misteriosa escritora desaparecida en México en los años inmediatamente posteriores a la Revolución. Esa búsqueda –el viaje y sus consecuencias- se prolonga durante veinte años, desde 1976 hasta 1996, el tiempo canónico de cualquier errancia, bifurcándose a través de múltiples personajes y continentes, en una novela en donde hay de todo: amores y muertes, asesinatos y fugas turísticas, manicomios, campings y universidades, desapariciones y apariciones a través de once países (Francia, España, México, Israel, Estados Unidos, etc., etc.,).
Las semejanzas y los paralelos son verdaderamente sorprendentes: ambas novelas no se agotan en su propia historia sino que la trascienden pues de alguna manera narran la saga personal de todos aquellos que transitamos este comienzo de siglo.
Los detectives salvajes y los descarriados recuperan el sentido de la saga y construyen un fresco a partir de la insignificancia de una generación cuyo rumbo está determinado por la impotencia frente a un mundo donde el sinsentido es más evidente y el poder de lo material, determinante. La belleza de Ulises, Arturo y los personajes de Emilio radica en sus desdibujadas presencias que apuestan al imposible, apuesta que engancha, anuda y seduce hasta la última página.
Vale la pena agregar que todo el tejido narrativo crea una atmósfera de vaguedad, de falta de certeza; los itinerarios de las historias están marcados por voces, tiempos y espacios bien determinados que, no obstante y paradójicamente, construyen, en el decir de María Antonieta Flores una estética de la imprecisión. Los personajes se dibujan y se desdibujan en otras voces, la historia está abierta y los lectores no podemos saberlo todo ni lo sabremos. El deseo insatisfecho, el otro inalcanzable, la quimera de conocer: queda plasmada así la incertidumbre que define esta época, la certeza de la no existencia de una verdad ni de un absoluto, la sospecha o la certidumbre de tomar por cierto lo falso y viceversa en un camino sin fin (loop diría nuestro autor) en busca de la identidad perdida.

FRENIA, Vol. XI-2011, 213-226, ISSN: 1577-7200

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