VASCHETTO,
Emilio, Los Descarriados. Clínica del extravío mental: Entre
la errancia y el yerro. Buenos Aires,
Editorial Grama. 2010 [ISBN: 9789871649259]
Los
descarriados: en busca de la identidad perdida desde la Beat
Generation hasta el delirio
Bolañesco
Por
Daniel Matusevich
El
libro de Emilio Vaschetto nos enfrenta a muchas lecturas, muchas
entradas, muchos sentidos y sin duda alguna muchos significados;
puede ser leído o pensado desde:
• El psicoanálisis
en su vertiente más convencional en donde los historiales clínicos
Freudianos son una
referencia ineludible.
• El psicoanálisis
francés deudor de Jaques Lacan, omnipresente influencia de nuestro
autor.
• Un manual de
presentación de casos de psicopatología o de post-psicopatología
lanzado
a una búsqueda
deconstructiva del fenómeno semiológico.
• La novela de de
viajes: hacia el interior de uno mismo y hacia el exterior, ambos en
busca de una
identidad elusiva deudora tanto del gran Conrad como del
imprescindible
Dick.
• Un libro de
cuentos, ya que cada capítulo puede ser considerado como
independiente
aunque con un hilo
conductor, recordando los derroteros de algunos de los personajes
de las historias que
nos lego Saúl Bellow.
En
este comentario crítico he optado por transitar dos vías de acceso
diferentes aunque relacionadas por una misma corriente; una se
corresponde con el movimiento Beat o generación Beat, que tuvo su
origen en la ciudad de San Francisco en los Estados Unidos de
América, siendo algunos de sus apóstoles más conocidos los poetas
Ginsberg y Ferlinghetti y los novelistas Kerouac y Borroughs.
La
otra surge a partir del análisis realizado por el escritor Jorge
Volpi de la literatura latinoamericana, más específicamente de un
escritor nacido en chile a quien considera como el ultimo
revolucionario o el postrer heredero de los Beats en un ensayo
intitulado «Bolaño perturbación».
Hemos
decidido entonces seguir la pista beat a lo largo de nuestro
recorrido, asumiendo el riesgo de dejar afuera algunos significados
importantes optando por un camino alternativo, arduo pero prometedor.
En
la página 45 del libro de Vaschetto está citado Jack Kerouac, autor
entre otras de dos novelas emblemáticas de lo que algunos después
llamaron literatura del camino: «En el camino» y»Los vagabundos
del Dharma» (novela escrita en apenas 11 días); nos dice el
mismísimo Kerouac:
«Y me prometí
que iniciaría una nueva vida
Vagabundearé con
una mochila
Seguiré el
camino puro…..»
Podemos
decir que el autor desarrolla estos preceptos de Jack Kerouac al
máximo, llevándolos al extremo y en su búsqueda los pone en
tensión con otros autores como Vila-Matas, Melville y Borges
preparando un coctel que hubiera hecho las delicias del mismísimo
Ítalo Calvino.
Rápidamente
constatamos que Vaschetto usa de manera arbitraria la mezcla, ya que
es a través de la mixtura que el autor aclara y oscurece al mismo
tiempo, generando un efecto hipnótico sobre el lector, semejante al
creado por Herman Melville no solo en Bartleby, sino también en las
tribulaciones del capitán Ahab y su ballena, condenados a errar en
la tierra y en el mar, un errar que ni siquiera es interrumpido por
la muerte.
Quienes
se adentren en nuestro texto deberan hacerlo con el mismo espíritu
de los personajes de Vaschetto ya que una vez en el es inevitable
deambular (o errar) entre las diferentes comprensiones de las
lecturas, con escasas certezas y muchísimas preguntas. Son
justamente las preguntas y las exploraciones las que enriquecieron a
la Beat Generation,
los
finales abiertos e inconclusos con viajeros eternos, distanciados de
los personajes del gran Thomas Mann, quienes también viajaban pero
para luego establecerse, queriéndonos tal vez transmitir de esta
forma la imposibilidad de escapar del conflicto que se avecinaba en
un mundo donde las reglas estaban cambiando para siempre.
En
cambio Vaschetto nos habla de un universo sin reglas, donde los mapas
no conducen a ningún lugar y las brújulas son de poca ayuda frente
a la angustia existencial del tratar de ser o estar en un universo
complejo y multisignificado.
Roberto
Bolaño nació en Chile y murió en Barcelona, España, a los 50 años
de edad; dos palabras acerca de su vida: vivió en Santiago,
Valparaíso, Viña del Mar, Los Ángeles, El Salvador, D.F. México,
Blanes, Castelldefels y algunas otras ciudades europeas. Fresan,
Vila-Matas y Marías lo consideran el escritor hispanoparlante más
importante de los últimos cincuenta años, canonizado por el New
York Times, la New York Review of Books y el New Yorker,
publicaciones todas estas detonadoras de lo cool intelectual, a donde
es muy difícil llegar escribiendo en castellano.
Siguiendo
a Volpi tomare de ejemplo a la novela «Los detectives Salvajes»,
ganadoras de los premios Anagrama y Rómulo Gallegos en 1998: Arturo
Belano y Ulises Lima, los detectives salvajes del título, salen a
buscar las huellas de Cesárea Tinajero, la misteriosa escritora
desaparecida en México en los años inmediatamente posteriores a la
Revolución. Esa búsqueda –el viaje y sus consecuencias- se
prolonga durante veinte años, desde 1976 hasta 1996, el tiempo
canónico de cualquier errancia, bifurcándose a través de múltiples
personajes y continentes, en una novela en donde hay de todo: amores
y muertes, asesinatos y fugas turísticas, manicomios, campings y
universidades, desapariciones y apariciones a través de once países
(Francia, España, México, Israel, Estados Unidos, etc., etc.,).
Las
semejanzas y los paralelos son verdaderamente sorprendentes: ambas
novelas no se agotan en su propia historia sino que la trascienden
pues de alguna manera narran la saga personal de todos aquellos que
transitamos este comienzo de siglo.
Los
detectives salvajes y los descarriados recuperan el sentido de la
saga y construyen un fresco a partir de la insignificancia de una
generación cuyo rumbo está determinado por la impotencia frente a
un mundo donde el sinsentido es más evidente y el poder de lo
material, determinante. La belleza de Ulises, Arturo y los personajes
de Emilio radica en sus desdibujadas presencias que apuestan al
imposible, apuesta que engancha, anuda y seduce hasta la última
página.
Vale
la pena agregar que todo el tejido narrativo crea una atmósfera de
vaguedad, de falta de certeza; los itinerarios de las historias están
marcados por voces, tiempos y espacios bien determinados que, no
obstante y paradójicamente, construyen, en el decir de María
Antonieta Flores una estética de la imprecisión. Los personajes se
dibujan y se desdibujan en otras voces, la historia está abierta y
los lectores no podemos saberlo todo ni lo sabremos. El deseo
insatisfecho, el otro inalcanzable, la quimera de conocer: queda
plasmada así la incertidumbre que define esta época, la certeza de
la no existencia de una verdad ni de un absoluto, la sospecha o la
certidumbre de tomar por cierto lo falso y viceversa en un camino sin
fin (loop diría nuestro autor) en busca de la identidad
perdida.
FRENIA,
Vol. XI-2011, 213-226, ISSN: 1577-7200
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